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CON EL DIABLO EN EL CUERPO

Con el diablo en el cuerpo por Olivia Cábez

 
 

Con el diablo en el cuerpo es el nombre del disco debut de La Lupe. Por ello, tomándome las licencias pertinentes, he decidido llamar a mi primer contacto con el periodismo musical, y por lo tanto a esta columna, de la misma manera. Realmente, cualquier excusa me parecía buena para recordar a la gran Lupe y remarcar este inicio en el mundo de la música.
 
En 1961 la discográfica Discuba sacó a la luz la primera obra de la cantante cubana. Con 22 años y una fuerza desmesurada, Lupe Victoria Yolí Raymond grababa con la orquesta de Eddy Galván y Felipe Dulzaides y su Combo un disco de amores y desamores con 12 canciones con títulos en inglés, español y francés, como si supieran que el terremoto que tenían entre manos en seguida se convertiría en un éxito internacional.
 
Lo que no puedo evitar pensar es que, si este disco se tratara de una producción estadounidense o inglesa, como otros grandes títulos a los que estamos más acostumbrados en los que divas de la canción de los 60 como Doris Day o Dusty Springfield cantan amores y desamores, este habría tenido el tono dulce, meloso e inocente propio de las composiciones femeninas de esta época. Sin embargo, La Lupe es una mujer latina. De hecho, la bautizaron como La reina del Soul latino, por lo que sus canciones están llenas de ardor y referencias al diablo y al pecado. Supongo que en la cultura universal siempre ha sido inconcebible que una mujer latina no desate el deseo. Claro que, en este caso, se encontraron con una maestra de la seducción vocal y lo que resulta el rasgo más distintivo de la Lupe: una maestra de la interpretación.
 



¿Y quién era la Lupe?
 
Para la reflexión estética y moral sobre la ópera prima de la cubana hace falta un poco de contexto, lo que solamente incrementa la curiosidad sobre este personaje. Nacida en Santiago de Cuba, La Lupe estudió magisterio por obligación paterna, pero en 1959, gracias a su primer marido Yoyo Reyes del Trío Tropicuba, comenzó a cantar frecuentemente en locales, concretamente en La Red, icónico centro de espectáculos de La Habana. Pronto, su peculiar manera de cantar hizo que se corriera la voz por la ciudad y la gente se trasladara a ver a la pequeña muchacha bailar encima de la tarima descalza. Como suele pasar con estos fenómenos, el régimen fidelista también se hizo eco de lo que ocurría por las noches en La Red, y la Lupe entre 1962 y 1963 fue exiliada de Cuba.
 

 
En Méjico, país al que huyó, Tito Garrote, representante de artistas cubanos, le habló a un amigo de la Lupe, que a su vez le habló a otro amigo que vivía en Nueva York. Este último resultó ser Mongo Santamaría, quien ya llevaba unos años instalado en la ciudad del jazz y conocía locales latinos con una mentalidad más abierta en los que podría encajar la latina. Mongo grabó un disco con la cantante: Mongo Introduces La Lupe (1963). Pero los conflictos entre los dos músicos fueron aprovechados por la discográfica que les llevaba en el momento, Tico Records, para crear la coalición que catapultó a la cubana a la fama en su nueva ciudad: Tito Puente y la Lupe.
 
Este éxito materializado en cuatro discos no duró ni una década, pues varios factores incidieron en el declive de la Lupe a finales de los 60, entre ellos son conocidos sus tormentosos amores, sus adicciones a distintas sustancias y a la compra de prendas ostentosas. También el hecho de pertenecer a la santería, que hizo que algunos de sus “mayore” abusaran del poder y dinero de la artista. A todo esto se suma la llegada de una nueva estrella cubana a la misma discográfica, Celia Cruz, quien llegó a hacer un ultimátum a la discográfica, en ese momento La Fania Records, para que eligiera entre Lupe y ella, debido a unas declaraciones algo malintencionadas que hizo la Lupe a una revista acerca del marido de Celia Cruz.
 
La discográfica accedió argumentando que la reina del latin soul ya les había aportado suficientes ganancias, y por lo tanto frenaron sus producciones pero no le revocaron el contrato impidiendo que la Lupe volviera a grabar o cantar en ningún sitio. Empobrecida intentó ganarse la vida en Puerto Rico cantando en la televisión, pero otra vez sus maneras y ardor característico le pasaron factura y tuvo que terminar volviendo a Nueva York en 1980 para aceptar su retiro. Unos años después, la Lupe se convirtió al evangelismo y llegó a grabar canciones religiosas, lo cual parece casi un oxímoron. La artista murió con 55 años de un ataque al corazón.
 

 
Con el diablo en el cuerpo, el corazón y los oídos

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La relación entre la religión, el amor y la lujuria es el triángulo fascinante que rodea el primer disco de la estrella. Teniendo en cuenta que la cubana era santera - religión que pese a las diferencias claras con el cristianismo, a raíz de la colonización española, los términos morales eran muy similares -, y posteriormente se convirtió al evangelismo, podemos afirmar que la religión siempre formó una parte importante de su vida.
 
Llama la atención, por lo tanto, el estilo seductor y las letras que siempre acompañaron a la artista en su trayectoria musical, ya que claramente era considerado pecaminoso por el resto de las personas - recordemos que tuvo que exiliarse y también fue vetada de la televisión -. Sin embargo, para ella fueron su más clara seña de identidad.
 
Con el diablo en el cuerpo comienza con la canción homónima, un calypso que sin duda es la perla del disco. Introducida por un grave trombón que, acompañado de instrumentos de cuerda, va haciendo una melodía ascendente vivaracha y seductora. La Lupe arranca cantando con su voz vibrante característica que tiene el diablo en el cuerpo y el calor que siente a causa del “amor”. Durante todo el LP la cantante mantiene este juego constante entre amor y lujuria como la misma parte de un todo. Hoy en día este pensamiento no sorprende, pero que en el año 61 una mujer se atreviera a decir que el amor por una persona le provoca fiebre y sensaciones como emborrachamiento resulta pionero. Además, la frase con la que introduce el épico estribillo “es infierno o es gloria, no lo sé” hace referencia a lo pecaminoso que hay en ese amor, porque ha generado obsesión y no se debe pensar en ello, pero le ha descubierto el placer como demuestra en el fuerte estribillo “deseo constante de ti, lujuria de besos sin fin, hoy tengo el diablo, sí…” Pero la maestría de la Lupe con la interpretación vocal consigue suavizar este escandaloso mensaje, acompañando todas las frases con pequeños gritos de entusiasmo y carcajadas que, pese a sonar diabólicas, quitan peso al tipo de seducción, aportando cierto matiz de inocencia. Realmente suena que siente diversión y sorpresa en todo ese proceso de ardor. Estos gritos y risas, que en este disco se grababan por primera vez, son el claro icono de la estética de la cantante.
 
El disco continúa con un rock titulado en inglés: I miss you so, en el que con un repentino tono melancólico en el que casi se pueden oír las lágrimas nos canta su tormento de seguir amando a quien no está. La banda acompaña en un tono más blusero, que se adecúa a la tristeza del tema. En esta línea sigue con La mentira, que aborda otro tema propio del desamor: la sensación de que el amor ha sido un engaño. Esta canción sin embargo tiene una musicalidad más latina que el anterior, con ritmos rápidos de bolero y la manera de cantar de la Lupe, entendemos que la reflexión es optimista. Ese amor se ha superado en cuanto se ha dado cuenta del engaño.
 
Crazy Love es la epítome de los gorgoritos y de las barbaridades que era capaz de hacer la cantante con la voz, demostrando tener un registro amplísimo. Esta canción vuelve a
hablarnos de la tentación provocada por un loco amor. El juego entre amor y lujuria vuelve con los mismos recursos interpretativos: risas, gemidos y gritos de entusiasmo que la Lupe parece meter de manera espontánea en la grabación. Esta vez, acompañada de un coro de voces femeninas que añaden tono de balada rock a la canción, pero hacen destacar más a la solista.
 
Este mismo recurso sigue en Yo sé que te quiero, una balada, a priori romántica y que nos habla de otro tipo de amor, de uno completamente puro y nada superficial. Pero, cuando vuelve a preguntarse la Lupe si es delito el querer, el hecho de volver a sacar la posibilidad del mal en el amor, nos hace pensar que no estamos hablando de un amor idealizado ni platónico. “No me importa si eres alto y delgadito, si eres bajo y muy gordito, si eres feo no lo sé…” Realmente Lupe nos está queriendo decir que le gustan todos, que tiene “amor” para todos. Sea el tipo de hombre que sea ella quiere amarlos, y eso lo descubrimos al final de la canción cuando vuelve a meter sus clásicos gemidos y sus, por primera vez, “ay no má”, cuya estética ya tenemos relacionada a una temática más caliente.
 
Es una bomba es una inocente definición de lo que es el amor, con un punto más jazzero, acompañada de un metalófono y un seductor trombón, Lupe canta alegre sobre que el amor es una locura pero maravilloso y formidable. Esta canción acaba con un repentino ritmo salsero en el que Lupe ya se desinhibe y vuelve a reír y grita “ay papá”, demostrando ese punto juguetón que ha habido de trasfondo en todo momento. Tras esta canción el trombón vuelve a empezar con la primera versión que grabó de Fever, el tema original de Eddie Cooley y Otis Blackwell, que saltó internacionalmente al éxito cantado por Peggy Lee, de repente adquiere un tono vacilón al ser cantado en español por la cubana. Años más tarde, una Lupe mucho más suelta tanto con el idioma como con su capacidad interpretativa, volvía a grabar esta canción con muchas más estrofas en inglés, canción que fue un éxito absoluto, a lo cual solamente puedo añadir: normal, es divertidísima. En esta primera versión Lupe empieza jaleando a sus músicos desde el principio y después de prácticamente cada estrofa mete un grito, una risa o un sonido de succión de labios. Realmente, es lógico que se plantearan volver a grabar esta canción cuando la Lupe tuvo más éxito, ya que la traducción libre de “Tener fiebre no es de ahora, hace mucho tiempo que empezó” es toda una sentencia, con la que además termina la canción. Finalmente, en esta canción escuchamos por primera vez su “Ay yiyiyi” icónico ya en el mundo de la música, que posteriormente le otorgó el mote de la Yiyiyí.
 
Quiéreme siempre empieza con Lupe animando a sus músicos otra vez, de hecho, a partir de esta canción, da la sensación de que la grabación empieza a ser grupal. Hasta ahora la voz de Lupe sonaba cercana y nítida, ahora suena a directo, se oyen sus respiraciones, suena más lejos, pero no pierde calidad, porque ahora nos llega el real entusiasmo de la cantante. Escuchamos su deleite en cada una de las progresiones que hace, maestra de las notas ascendentes y de la cadencia melódica, Lupe se llena de alegría y vitalidad cantando “dame tu amor”. En mitad de esta canción la Lupe declara sin tapujos en un inglés con perfecto acento cubano: “My darling I love you, I need you yiyiyi you can’t have to me, ay yiyiyi, ¡ay!” demostrando, una vez más, su gran cualidad de romper a actuar en cualquier momento.
 
Después de esta declaración amorosa, la Lupe nos vuelve a llevar al desamor, pero un desamor esperanzado, una fuerza optimista al romper una relación. Con la voz temblorosa se despide de su amor, sin engaños, con la verdad por delante, con este tema titulado So it’s goodbye (Si es que te vas) en el que las otras cuerdas protagonistas - aparte de las vocales, (broma fácil) - son las de los violines. Vuelve el punto jazzero en El Recuerdo aquel, donde esta vez, no guarda rencor a una antigua pareja, sino que el reencuentro con esta persona, le ha hecho valorar los momentos pasados y le pide que él también mantenga ese recuerdo, para ello, pide ayuda al trombón, a quien dice que le cuente bien a su yiyiyi.
 
El disco llega a su fin con No me quieras así, un bolero que comienza con una instrumentalización completamente diferente a las anteriores canciones, ya que la voz de la artista, que suena como un llanto desconsolado, solamente está acompañada por una guitarra hasta casi el segundo 50 de la canción. Después se introducen el resto de instrumentos que, con ritmos más alegres y latinos, ayudan a la Lupe a tomar el valor para denunciar el mal amor que está viviendo, comparando la situación a la alegría que, sin embargo, le da cantar en solitario. Para terminar, sentenciando: “hay cariños que matan a cualquiera, y yo no quiero a quién me quiera así” con una fuerza y acompañado de sus propias palmas que hacen ver la emoción que la artista sentía durante la grabación.
 
Finalmente, el disco claudica con la única canción titulada en inglés y francés: Alone, ¡je pars! Aunque las exclamaciones están puestas a la española. En un tono optimista, nos describe una relación a distancia basada en las llamadas telefónicas. En esta canción destaca el extraño solo de Hammond al igual que el acompañamiento de una flauta travesera que responde a la Lupe cuando canta. Termina con sus ánimos propios a su yiyi quien está tocando, como dice ella, “muy bonito”.
 
Este gran debut en el mundo discográfico asentó las bases de lo que siempre ha sido la Lupe en el mundo de la música. Desde la primera a la última canción, el oyente queda arrollado por la fuerza y la expresividad de la cantante y se queda enganchado a sus originales gritos nacidos de la pura pasión por la música.




Este disco es un acercamiento divertido e inteligente a la sensualidad prototípica de la mujer latina, dejando casi sin competencia posible a la cubana, ya que no ha habido jamás una intérprete más sentida y transmisora que ella. Como decía al principio, cualquier excusa es buena para recordar este disco y, ya que tenía que escribir por primera vez sobre música, lo fácil era homenajear a la mujer cuyas letras y voz obsesionan desde la primera vez que se escucha. Estamos en 2021 y sigue resultando necesario e impactante que una mujer hable con tanta naturalidad y alegría de un amor carnal. ¡A tu salud, reina del soul latino!

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